Alicia, 30 años, autista y lesbiana

“Ser mujer ya es difícil. Ser autista, también. Ser ambas y además lesbiana… es vivir tres veces invisibilizada. En todos sitios me dijeron que ‘no parecía autista’, como si fuera un halago. Me han callado, corregido y hasta negado mi identidad. Pero ya no me voy a callar: ya no puedo más. Quiero un feminismo que abrace también nuestras neurodivergencias, y que nos deje de ver como ‘casos raros’. Estoy aquí, y estoy harta de que se me invisibilice en silencio.”

Rocío, 38 años, madre de una niña autista y diagnosticada tras ella

“Cuando diagnosticaron a mi hija, empecé a verme reflejada en muchísimos aspectos. Todas mis rarezas, mis crisis, mis luchas… cobraron sentido. Pero nadie me supo decir nada antes, quizás porque al ser mujer me callaba, quizás porque era ‘tímida’ o ‘intensa’. Las mujeres autistas existimos, pero nos enseñaron a desaparecer, a pasar desapercibidas: a mimetizarnos. El feminismo también tiene que escucharnos. Nuestra lucha es doble: por ser autistas y por ser mujeres. Ya no quiero que mi hija crezca sintiéndose sola. Quiero que el mundo cambie, no ella.”