Pero ¿Qué son los TEA?

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El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es un conjunto de alteraciones cerebrales o trastorno del neurodesarrollo caracterizado por la dificultad en la comunicación, interacción social, procesamiento de la información y de la conducta.

La causa es desconocida, teniendo más incidencia en niños que en niñas. La actitud de los padres no afecta a la aparición de dicho trastorno en sus hijos aunque si es cierto que tras un diagnóstico TEA dicha actitud, aceptación, superación del duelo, etc influirá en el desarrollo máximo del potencial de nuestros hijos. No existen pruebas médicas específicas que lo diagnostiquen, teniéndose que basar únicamente en la observación y en la valoración de la conducta, aunque todo apunta a la existencia de factores genéticos y ambientales que contribuyen a su aparición. Cada vez vemos más avances en este sentido. A veces puede aparecer de forma aislada (ex novo) según la genética actual, si bien, parece ser que existe una alta probabilidad de volverse a repetir en hermanos o hermanas. No estaría de más investigar en familiares directos el conocido como “fenotipo autista ampliado”, quienes presentarían rasgos pertenecientes al espectro autista y que podrían explicar una base genética del mismo o un marcador genético dentro de dicha familia, si bien, es muy habitual que muchos de esos familiares pasen desapercibidos y no hayan sido diagnosticados, sobre todo si son de alto funcionamiento.

No discrimina razas, etnias ni factores socioeconómicos, presentándose desde el nacimiento, evidenciándose antes de los tres años, no siendo contagioso y acompañando a la persona durante toda su vida.

Cada persona lo manifiesta de forma diferente y las necesidades cambian según las distintas etapas del desarrollo. El perfil de un niño o niña TEA sería el siguiente: tiene la mirada perdida o ausente, no suele tener contacto visual, se comunica con gestos, no tiene una conexión con su entorno, no responde a su nombre, no sigue a la madre o al padre en su intento de comunicación, tiene conductas agresivas (hacia ellos mismos o hacia otros), siguen rituales para autotranquilizarse (esterotipias), no tienen imitación, falta de imaginación, ausencia de consuelo, poca capacidad de anticipación, no tienen juego social ni simbólico, repetición continua de sonidos, palabras o frases (ecolalias), no toleran bien los cambios en su entorno, sufren de hiper o hiposensibiliad al olor, gusto, olfato, tacto, aspecto y sonido. También tienen dificultad al modular el tono de voz (hablando en voz muy muy baja o bien dando gritos o alternando ambas), entre otros.

También hay que tener en cuenta que, con el autismo, aparecen asociados, en ocasiones, otros trastornos clínicos o comorbilidades como epilepsia, trastornos auditivos, problemas gástricos, depresión, trastornos del sueño, ansiedad, etc.

Los dos manuales más utilizados para el diagnóstico de los TEA serían el CIE (Clasificación Internacional de Enfermedades), actualmente en su edición 10 y con mayor repercusión en europa, y el DSM (en inglés Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders y en español Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales), editado por la Asociación Americana de Psiquiatría, actualmente en su edición 5 y con mayor repercusión en EEUU y usado ampliamente en el campo de la investigación.

Según el DSM-5, principal referente en este campo para el diagnóstico del TEA, la categoría TEA (Trastorno del Espectro Autista) pasaría ahora a englobar los anteriores subgrupos de anteriores ediciones de dicho manual (Trastorno Autista, Síndrome de Asperger, Trastorno Desintegrativo infantil y TGD no especificado) quedando sus síntomas englobados en dos categorías:

  • deficiencias en la comunicación social (aquí ya no se recogería las deficiencias o retrasos en el lenguaje por considerarse poco específicos).

  • comportamientos restrictivos y comportamientos repetitivos (aquí estaría ahora reflejado las alteraciones sensoriales o sensibilidad inusual a los estímulos sensoriales).

Por tanto el DSM-5 se limitaría a especificar tres niveles de gravedad en estas dos categorías de síntomas así como el nivel de apoyo necesario.

Actualmente no existe un tratamiento para la cura del autismo. Lo que sí afirman los investigadores y psicólogos es que un diagnóstico precoz y una intervención temprana a tiempo ofrece una mejor evolución con mayor probabilidad de que el niño o niña desarrolle todo su potencial.

En algunos casos, ésta Atención Temprana (AT) o Terapia se acompaña de la administración de algunos fármacos para tratar los síntomas, siempre recetados y valorados por un médico.

En el tratamiento del autismo existen diferentes terapias que se aplican dependiendo de cada caso. Algunas serían complementarias y no excluyentes, si bien, no existe la terapia perfecta y en la mayoría de las ocasiones se usan una mezcla de varias de ellas según las necesidades de cada individuo.

En definitiva, el Autismo sigue siendo una gran incógnita a pesar de todos los estudios y descubrimientos actuales, los cuales, a fecha de hoy, no tienen una aplicación práctica que suponga una mejora en el pronóstico de nuestros hijos e hijas.

Ana I. Merino

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